cargando...

Experiencia audiovisual:
Para una experiencia más vívida, haz clic en el icono de volumen en el extremo superior izquierdo para reproducir sonidos ambientales.

Desaparecido es una mina de oro
venezuela

En el sur del país, donde las tierras de minería ilegal son atravesadas por las cuencas de los ríos Orinoco, Caroní y Cuyuní, las personas buscan a sus desaparecidos con miedo y a ciegas. Lo hacen en las minas, pero también en las profundidades del mar Caribe, donde miles de migrantes venezolanos huyen de una crisis sin precedentes.

ESCRITO POR clavel rangel
Las desapariciones en Venezuela ocurren en un territorio que, hasta hace cinco años, era conocido por sus carnavales, quizás los mejores del país, y por las decenas de artesanos que hacían joyas en oro. Cuando era niña, mi familia viajaba del occidente del país hasta Ciudad Guayana y en ocasiones tomábamos carretera hasta El Callao, un pueblo a tres horas de la ciudad donde crecí.

Era un viaje casi obligado por la excentricidad, por lo raro, pero nunca fuimos con miedo. Se supone que allí se organizaban las mejoras fiestas de carnaval del país, donde sonaba el calipso, un ritmo que aún me recuerda a las fiestas de la escuela primaria en la década de los 90. Todo eso era El Callao para mí y para muchos de los habitantes de Ciudad Guayana.  

Más allá de El Callao, por la carretera troncal que comunica con Brasil, estaban los otros pueblos: Tumeremo y la ahora temida Las Claritas. Algunos de mis compañeros de clase en la universidad venían de Tumeremo y más allá, como una referencia de progreso. 

La mayoría de los venezolanos conocían estos pueblos porque había que atravesarlos para llegar a uno de los grandes referentes turísticos: la Gran Sabana, la extensión oriental del Parque Nacional Canaima, conocido por sus enormes sabanas, por sus tepuyes (las mesetas de la zona) y la belleza de sus ríos y saltos de agua.

Con la crisis económica y política, a finales de 2011 y con más fuerza en 2015, el Estado fue perdiendo el monopolio de la violencia y de la fuerza en la zona. Y el clima se enrareció. Los sucesos o las notas violentas se hicieron más frecuentes. Las masacres se hicieron titulares de prensa, casi por primera vez. Y de los carnavales y el oro, estos pueblos pasaron a ser famosos por la sangre que allí corría. 

Todo el sur del país, donde ocurre una parte de la historia de las desapariciones en Venezuela, siempre se ha considerado protegido ambientalmente. Muy cerca atraviesan las cuencas de los ríos Orinoco, Cuyuní y Caroní, que alimenta la cuenca de la cual se genera la energía eléctrica para toda Venezuela. Es, además, un espacio biodiverso, y el Parque Nacional Canaima y los carnavales de El Callao son considerados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. 

La relación de las personas que buscan a sus desaparecidos con estos espacios es casi a ciegas en los últimos años. No solo en las minas, también en el mar Caribe, donde cientos de migrantes huyen de la crisis venezolana en botes improvisados. Muchos de los familiares nunca habían visitado la zona antes, con lo cual el encuentro con este espacio es totalmente nuevo, especialmente en las minas. Para los desaparecidos provenientes de ciudades más próximas, esto ha significado silencio y un secreto a voces de que quien incumpla la ley de la mina está expuesto a serias consecuencias como la muerte.

La vida también está en peligro para quienes quieren proteger este territorio, sus bosques, sus ríos, a las comunidades indígenas que allí habitan, a las costas venezolanas y a los pobladores que han abandonado la artesanía, el baile y los carnavales para trabajar en condiciones forzadas en minas de oro o en alguna isla del Caribe. 

Estado Bolívar, Venezuela. Trabajadores de las minas de oro ilegales del país han sufrido violentos abusos por parte de grupos armados.

Clavel Rangel es periodista y profesora de universidad en el sur de Venezuela. Ha documentado violaciones de derechos sindicales así como derechos humanos en el país. 

Desaparecido

es un lugar

escrito por DANIELA REA
En colaboración con 10 Fellows del Fondo Resiliencia
Desliza para explorar

En México, los paisajes se cubren con la enorme herida de los desaparecidos de la «guerra contra el narco», pero también hay otras historias. En otras partes del mundo, también desaparecen constantemente los migrantes en las aguas y en los desiertos. Desaparecen los niños de las adopciones ilegales. Las mujeres que iban por un trabajo a otro país y se esfumaron sin dejar rastro. Desaparecen los periodistas y activistas que se atrevieron a amenazar a las élites políticas, económicas y criminales con la verdad. Estas desapariciones son constantes cuando hay grandes intereses y cantidades millonarias de por medio, y contundentes cuando el crimen organizado está implicado.

Los cuerpos de los desaparecidos esperan a ser encontrados en montañas, sierras, mares y desiertos. Los árboles, las plantas, el viento y el agua atestiguan el horror de los entierros clandestinos y, desde su naturaleza, hablan, dan pistas a los buscadores de desaparecidos. Bajo el suelo, cuerpos y tierra se cuidan y se nutren mutuamente.

Este es un recorrido por los paisajes habitados por los desaparecidos, de la mano de las familias que, en busca de sus ausentes, nos enseñan a leer la tierra. 

Mira el trailer del documental aquí

Introducción

Graciela Pérez busca a su hija, Milynali, desaparecida cuando volvía de vacaciones. Busca en las rancherías de Tamaulipas. Busca y toma fotografías de cada lugar donde lo hace. En una de esas fotos hay un paisaje llano y al fondo un cerro bañado por las aguas turquesas de la huasteca. 

Ahí, adentro de ese cerro, Graciela encontró pequeños agujeros en la tierra, como cuencos, rellenos de pequeños huesos calcinados.

¿Cómo mirar
ahora ese
paisaje?

Graciela tomó esa fotografía porque necesita confirmar que es real.  Que esos paisajes son también, y al mismo tiempo, la tumba de personas que fueron enterradas de manera clandestina. 

Que es real. Que no es producto de su imaginación, del horror, de su desesperación por encontrar a su hija.

«Desaparecido es una mina de oro»
Haz clic aquí para leer

«Si alguien me contara lo que yo he visto no lo creería, incluso para eso tengo fotos, para mirar realmente lo que es el horror, (…) Pero cuando miro las fotos, cuando veo lo que es el horror, tengo que enfrentarme y ser fuerte para lo que me encuentre, así sea lo peor», dice Graciela.

«Si alguien me contara lo que yo he visto no lo creería, incluso para eso tengo fotos, para mirar realmente lo que es el horror, (…) Pero cuando miro las fotos, cuando veo lo que es el horror, tengo que enfrentarme y ser fuerte para lo que me encuentre, así sea lo peor», dice Graciela.

una fosa es

Una fosa es una herida.

Buscar heridas en el paisaje se ha convertido en una obsesión.

Van por la carretera y si ven una deformación en el terreno detienen la marcha para buscar; si van en un autobús, anotan el punto en alguna libreta para volver. Si encuentran una bolsa abandonada probablemente es que un cuerpo se descompone en su interior. Si ven un árbol quemado imaginan que, quizá bajo su sombra, un grupo de personas se reunió para quemar cuerpos en tambos llenos de diésel.

Buscar es un verbo que ha sido trastocado. Como los paisajes. Buscar ahora significa no encontrar.

Buscar es un verbo que ha sido trastocado. Como desaparecer.

una herida

Buscar es un verbo que ha sido trastocado. Como los paisajes. Buscar ahora significa no encontrar.

Buscar es un verbo que ha sido trastocado. Como desaparecer.