La tierra no es solo un contenedor de los cuerpos. Cuerpo y tierra crean una relación que implica el nutrirse y el cuidarse. Cuando un cuerpo es sepultado ahí, en su descomposición nutre a la tierra, y la tierra, a su vez, guarda ese cuerpo hasta ser encontrado.
Fuimos al desierto a buscar, la primera y segunda vez no encontramos. Buscamos y buscamos y buscamos. Me imaginaba como un animal buscando a su cachorro, hurgábamos en la tierra con las uñas, no encontrábamos nada. Hasta la tercera, la tercera encontramos a una chica entera, pero una parte de su cuerpo ya estaba comida por los pájaros. Creemos que eran los pájaros porque si fueran animales salvajes ya se la habrían comido toda, pero fueron los pájaros.
Cuando ando en el desierto me paro y me da mucha tristeza, me paro a ver y me pregunto «¿Por qué? ¿Cómo se les ocurrió hacer tanta barbaridad en esta tierra tan bonita? ¿Y fueron testigos quién? ¿El sol? ¿El puro cielo? ¿Quién fue testigo? ¿Nada más el airecito? ¿Los pajaritos que se escuchan fueron testigos de todo esto?».
¿Quién no me dice que mi hija esta aquí entre estos huesos? Cuando estamos aquí en el desierto y terminamos de buscar, me siento debajo de un mezquite, de un huache, a llorar. Le digo «tú fuiste testigo de quienes estuvieron aquí, tú viste a quién mataron, ¡dime!». Quiero hacer que hablen. Yo quisiera que los árboles hablaran, hasta los abrazo y los estrujo y les digo «ustedes saben quiénes son, ustedes saben quiénes estuvieron aquí sufriendo».
Desde el momento en que vas subiendo la vereda, te imaginas cómo fue que los llevaron a esos lugares, y cuando empiezas a escarbar, te vas haciendo una idea de cómo los ejecutan, cómo caen, te puedes imaginar detalles sin fin.
Cada cuerpo lo encontramos diferente, cada fosa tiene su particularidad, pero una me sorprendió: el cuerpo estaba envuelto en raíces. Simón, un buscador de Guerrero, dice que somos abono para la tierra. Y la tierra adoptó al cuerpo. Yo sentía que la tierra se aferraba al cuerpo porque no nos dejaba sacarlo. A los antropólogos forenses les costó mucho trabajo sacar al cuerpo. Fue como si la tierra lo estuviera abrazando con sus raíces.
En mi mente yo decía «ya déjate sacar, tu familia te busca, dales la oportunidad de tener la tranquilidad. Nos está costando mucho trabajo sacarte, échanos una mano». Yo siento que eso siempre ayuda.
Mi hermano desapareció. Éramos solo dos hermanos. Si yo tenía un problema, él me ayudaba. Siempre me decía: «Estás bien loca»; era su forma de decirme que no me cansaba, que no me rendía.
Patrocinio ha cambiado mucho en las últimas veces que hemos ido. Ya empieza a haber árboles más crecidos, vegetación que en el momento estaba destruida. Yo creo que esto pasó porque cuando estaban los grupos criminales que secuestraban personas, usaban sustancias como gasolina y diésel para quemar los cuerpos y esas sustancias se quedaban en la tierra, eso mismo hizo que el subsuelo resintiera un poco todo, se dañara. Y desde que llegamos nosotras a buscar, la delincuencia ya no viene, y los campesinos, los pastores que antes venían aquí, ya pudieron regresar a pastar con sus animales y a trabajar la tierra.
También con el tiempo, el subsuelo va sanando y nosotros al sacar todo lo que no pertenece ahí, brota lo que una vez fue. Vuelve a florecer.